Amar: perder el amor. Se ama y se deja de amar todo lo que alguna vez se haya amado antes. El amor verdadero, en su sentido más pragmático y plausible (y el que conocemos, a partir de la tradición renacentista), es una sustitución: el amor nuevo, pleno, sustituye todo amor antes del amor. Los griegos siquiera tenían varias palabras para el mismo término y la sustitución era genuina: filos mata a koinos, ágape mata filos, eros mata todo. Una bestia voraz que, tan pronto aparece en el bosque encantado, se traga todo: devasta el amor a los amigos, al arte, a uno mismo, al trabajo, a la patria y a la madre. El amor al otro (que es el amor aquí referido), aniquila todo amor a cualquier objeto u objetivo. Amar a otro es firmar un contrato no retroactivo: “yo amo y –en pleno uso de mis facultades físicas y mentales– me comprometo a no amar más”. Antes de frecuentar el amor nuevo, yo amaba el cine, las mujeres que salen en el cine (italiano, sobre todo… ¡las del francés, caray! Jean Seberg, Brigitte Bardot); yo amaba a Monica Belucci…y a las palomas, y a las plazas tiznadas de vagabundos, y perder el tiempo, leer con voracidad, hacerme el interesante. Me amaba (y ahora, te amo). Te amo para dejar de amar a la anterior (a la que amaba). Y amaba mujeres psicóticas en bien amados bares que goteaban chistes amables. Ahora amo, así: a secas y en exceso. Cuando en la mitología griega Ariadna amó a Teseo, juró dejar de amar a otros hombres. Como Teseo la abandonó (y después, Dionisio sólo abusó de ella), Ariadna se ahorcó. Lo mismo pasó con Orfeo, cuando perdió a Eurídice en el Hades. Julieta y Romeo: si ella no podía amarlo, mejor era morir. Y con Tristán e Isolda; y con Abelardo y Eloísa; y con el poeta Manuel Acuña y su vecina Rosario: “(…) amor de mis amores;/ la luz de mis tinieblas,/ la esencia de mis flores,/ mi mira de poeta,/ mi juventud, adiós!” (y, ¡cataplám! Que se da un tiro). Amar es el alfa y el omega; lo primordial, genético. Lo mismo pasó en Annie Hall, en Amar te duele, en Amores perros, en Cuando Harry conoció a Sally: en esa cafetería, mientras ella fingía un orgasmo, supo que ella era el “nuevo amor”, el “insustituible”. José José bien lo dice: amar sustituye al querer. Y un son cubano, también: “amé, con toda el alma, / como se quiere sólo una vez”. El amor no admite nada más: monolítico, unidireccional, expansivo, intransigente, inamovible. Ley de la impenetrabilidad (en el amor): dos amores no pueden ocupar, en un mismo tiempo, un mismo espacio. Si es así, uno se está engañando: o ama a uno, bien, como se debe, o regresa a amar al otro (bien; como se debe).
lunes, 13 de febrero de 2012
Amor (por sustitución)
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