¿Qué nos hace "humanos"? ¿Qué nos hace trascender de otras especies animales? Hay múltiples respuestas: Descartes: la razón; Leibniz: unidades de fuerza desconocida, innata (mónadas); La orden jedi: unidades de fuerza desconocida, innata (midiglorias); Kant: la capacidad crítica (la percepción, la abstracción, la memoria y la imaginación); Heidegger: el ser (das sein), el estar consciente de la propia existencia; Freud: el subconsciente; La modernidad: el modificar nuestro entorno en pos del progreso; La postmodernidad: el poder interpretar cómo en pos del progreso, le dimos "en la torre" a nuestro entorno...En fin. Puede darse una respuesta sociológica, otra política, otra psicoanalítica, otra filosófica y otra metafísica/ religiosa/ escolástica, y al final, no llegar a un acuerdo. Ese complejo ser que llamamos "hombre" es, según el antropólogo alemán Max Scheler [1], una especie de animal imperfecto; a diferencia de otros animales, no obedece al instinto para adaptarse a su entorno, sino que adapta su entorno para crearse una identidad, una ideología, un modus vivendi; un sistema de creencias. Compremos la postura de Scheler: el ser humano es ontológico, espiritual y teleológico. Tiene un origen (ontos, "ser") a nivel metafísico que lo separa de los animales: nace con cierta naturaleza "espiritual", interna, que conjunta lo psíquico y la interpretación de lo físico; una naturaleza psicofísica. Es, asimismo, un ser de fines (telos, "fin"), que se propone transformarse a sí mismo, a los demás y al entorno, y que se forja caminos para lograr sus metas. Por ende, no puede hablarse de un "hombre-bulto", de un "ser humano-objeto" que nace, crece, se reproduce, se alimenta, defeca, muere y se defiende de las inclemencias del medio. El ser humano va un paso más allá: aprende, cuestiona, interpeta, genera signos para comunicarse con otros y para hacer una biblioteca psicofísica de referentes culturales [2]; el hombre es orgánico, pero también trascendental; todo lo que hace a lo largo de su vida pretende que lo conozcan, que lo recuerden, que lo admiren y que "algo" de él, quede en este mundo. No importa si se trata del "chistosito" de la fiesta, del galán de la preparatoria, del ratón de biblioteca o de la pareja en fotografías de la boda...toda seña de identidad es un motivo para trascender.
Ésta es la explicación que doy a que haya surgido el ensayo como género. Si Heidegger hablaba de un ser postmetafísico, que se define por su historia personal y cultural, si Freud hablaba de un ser subconsciente, y Marx de un ser revolucionario, político y económico, yo quiero hablar de un ser ensayista. Los seres humanos nos distinguimos de los animales porque nosotros podemos escribir --y hablar, leer, debatir, ver en televisión o hasta pensar-- "ensayos", y ellos no. El ensayo es, por naturaleza, un documento de la especie humana que refleja las capacidades intelectuales de toda nuestra estirpe: la ambigüedad al maquinar, el monólogo interior, la capacidad de manejar varios temas; la simultaneidad, el pensamiento complejo, el pensamiento crítico. Considero que se puede hablar, como señala Michel Pécheux [3], de un "discurso automático" (de un fin persuasivo, ideológico, en todo texto, conversación, narrativa, poema, texto audiovisual, etcétera), pero también de un "ensayo automático", como una pista innegable de "lo humano". Así como emitimos discurso aún sin quererlo, emitimos ensayo sin quererlo. Somos seres ensayadores. Estamos hechos para "cantinflear", para saltar de un lugar a otro, explorar todos los universos y no llegar a nada...¡y es nuestra "identidad humana"! La multiplicidad de estilos y estados de ánimo puede ser tan prolífica como la cantidad de pensamientos en un día común. Abordamos temas y los retiramos, usamos maletas repletas de ideas; le damos vueltas a argumentos interminables y entablamos diatribas larguísimas con nosotros mismos. No importa si el tema es "me seguirá queriendo", "¿debo salir con él por un café?", "¿alcanzaré a terminar la tarea?" o "las elecciones de México en el 2012". Todo tema es un gatillo que motivará el resbalón de un flujo abundante en muchos análisis. Y es así que, con el respeto de Descartes, Leibniz, Kant, Heidegger, Freud, Marx y los jedi, quiero hacerme un "huequito" en la historia de la filosofía. Si ya hablamos de homo sapiens, del das sein, del absurdo humano, del súper hombre, del hombre metafísico y demás, ¿por qué no hablar de un homo essayus, del "hombre que ensaya"? Se sentiría bien tener un pequeño nicho en la interpretación histórica en la filosofía de lo humano.
¿Qué nos hace "humanos"? ¿Qué nos hace trascender de otras especies animales? Un escrito, una conversación, un monólogo interno. Algo chiquito, pero sustancioso. Algo como esto, que acabas de leer.
[1] Scheler, Max, El puesto del hombre en el cosmos (1928, ed. 2000); [2] Cassirer, Ernst, Filosofía de las formas simbólicas (1959, ed. 1965); [3] Pechéux, Max, Análisis automático del discurso (1999).
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